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No eres la estrella de tu libro

 

Ey, una noticia: no eres la estrella de tu libro. La estrella es el comprador. Si consigues alguno.

Sin lectores, un libro de no ficción no tiene sentido. Quizá la poesía se pueda recitar en soledad frente a un acantilado y llenarte el alma de orgullo y melancolía como escritor, pero ese romanticismo no funciona con la no ficción. Escribimos ensayos para comunicar ideas, datos y reflexiones. Si no tienes en cuenta al lector/a en ese proceso, estás hablando solo frente al espejo.

Sin lectores, además, no venderás ejemplares, objetivo que, vaya, suele ser una de las intenciones al escribir un libro. Si has pasado del lector durante la redacción, quizá luego la gente no vaya corriendo en masa a la librería a llevarse ejemplares y a rogar por tu firma.

Bromas aparte: si escribes no ficción, piensa en el lector. Grábate eso en la pantalla y en el teclado.

No pienses tanto en ti, ti, ti. Piensa en el ajeno, para acercártelo a lo propio.

Es un tema del que hablamos mucho en Arpa School con los alumnos y alumnas de cada promoción.

En esencia, significa que no puedes ser egocéntrico. Tienes que ser empático y pensar qué quiere leer quien vaya a pagar 20 euros por tus páginas.

Os contamos un ejemplo de este fenómeno:

Como la ficción, la no ficción también agradece un inicio de manuscrito potente, claro, atractivo, envolvente, etc. Las primeras páginas  son claves para captar la atención o, al contrario, desincentivar la lectura.

Sin embargo, muchos autores de no ficción empiezan por donde no deben: contando una anécdota personal interminable, soltando un tostón teórico abrumador, hablando demasiadas páginas de una cosa personal que les pasó y de lo que sintieron y tal y tal. Lo vemos en muchos manuscritos que recibimos.

Mal. Fail. No estás aquí para hablar de tu vida.

Tomemos el ejemplo de School. ¿Qué constituiría un típico mal inicio de nuestra formación? Por ejemplo, que los profesores te explicáramos cómo nos hicimos editores. Es posible que sea algo interesante, pero no tanto como para inaugurar el curso. ¿Y qué constituiría un típico buen inicio de curso?

El que escogimos finalmente no es del todo malo: explicar con claridad la promesa de la escuela y cómo pensamos llevarla a cabo. Cambia "promesa" por "tesis principal de tu libro", y entenderás de qué estamos hablando.

Ese es tu primer capítulo, la introducción. Y el tono que marques en ella será el que determine hasta qué punto te importas tú, o el destinatario de tus reflexiones.

Dale una vuelta. Porque, además es mucho más entretenido pensar en los demás en cualquier ámbito, ¿no?

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